Dentro de las curiosidades de los peces, tenemos a los salmones rojos (conocidos científicamente como Oncorhynchus nerka, un pez eurihalino marino y de agua dulce de la familia salmónidos, distribuidos por la costa norte del océano Pacífico, desde Japón hasta California, en Estados Unidos), que regresan del océano al arroyo de agua dulce donde nacieron. Ahí, ponen sus huevos en nidos de grava y como todos los salmones del Pacífico, las hembras mueren después de poner los huevos.
La nueva generación de salmones inicia su vida en huevos del tamaño de un chícharo (como una semilla pequeña) y se pueden ver los ojos de los pececillos dentro de los huevos.
Después de salir del huevo, los salmones jóvenes viven en el agua dulce por un tiempo. A medida que crecen, sus cuerpos cambian para adaptarse al agua salada. Entonces, migran desde miles de ríos y arroyos y se van hacia el mar.
Viven uno o más años en el agua salada muy lejos de su lugar de nacimiento. Cuando están listos para reproducirse, sorprendentemente regresan al mismo arroyo en el que nacieron.
La migración del salmón es un proceso muy complicado pues se cree que la posición del Sol, las estrellas y las diferencias en los campos magnéticos de la Tierra guían a los peces desde el mar. Las diferencias en la temperatura y la estructura química del agua los ayuda también en su camino.
En la costa, donde los ríos y los arroyos llegan al mar, el olfato del salmón se encarga de que éste continúe su curso. El pez recuerda el olor del arroyo en donde nació. Luchando contra la corriente, los adultos siguen este olor hasta el lugar donde comenzó su vida.
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¿Cómo sabe el salmón migrante cómo regresar al lugar donde nació?
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