Si observas una nube de tormenta, podrás advertir que cambia de forma y se mueve rápidamente. Fuertes corrientes de aire dentro de la nube hacen que ésta se agite como una olla de agua hirviendo.
Las partes más altas de la nube alcanzan el aire más frio que congela el agua. Si la nube contiene corrientes fuertes de aire, éstas constantemente arrojan gotas de agua hacia arriba y hacia abajo. Cuando las gotas llegan arriba, se congelan. Al caer de nuevo arrastran una capa de humedad. Las corrientes lanzan a la gota hacia arriba una vez más y la capa se congela, formando una segunda capa de hielo. Una vez y otra vez las corrientes arrastran los cristales congelados arriba y abajo dentro de la nube.
Al cabo de un rato, los granos de hielo son tan pesados que las corrientes de aire ya no pueden sostenerlos. Así, caen al suelo en forma de granizo, aunque a veces es una corriente fuerte de viento que los arrastra hasta el suelo.
Si cortas un granizo, podrás ver muchas capas. Esas capas se parecen a las capas que tiene una cebolla. Cada capa es el hielo que cubrió la gota de agua al subir y bajar dentro de la nube. Sólo en las tormentas fuertes cae el granizo. Sus granos suelen ser chicos, de menos de 1 cm de diámetro.
Pero hay tormentas violentas que pueden arrojar granizos más grandes. Un granizo de mayor tamaño puede dañar la carrocería de un coche, hacer abolladuras, etc. En 1970, en la parte central de Estados Unidos cayó granizo gigante que medía unos 44 cm de diámetro, es decir, ¡del tamaño de un melón!.
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